¿Y si tu agotamiento no fuera solo cansancio? La historia silenciosa del cortisol elevado
Y si esto se repite, una y otra vez, empiezas a pensar que es normal. Que es la vida. Que todos vamos así.
Pero no, no deberíamos vivir así. Y muchas veces, lo que hay detrás de todo esto es un cortisol constantemente elevado.
¿Qué es el cortisol y por qué no es “el malo”?
El cortisol es una hormona maravillosa. Es tu sistema de alarma interno, el que te activa cuando necesitas estar alerta, tomar decisiones rápidas, levantarte por la mañana o rendir en una reunión.
Sin cortisol no podrías funcionar. El problema no es tenerlo… el problema es tenerlo siempre encendido.
Imagina que tu cuerpo es una casa y el cortisol es el sistema de incendios. Si se activa cuando hace falta, genial: te salva. Pero si salta la alarma todos los días, a todas horas, incluso cuando no hay peligro real, empieza a agotar al sistema, quema los circuitos, y la casa deja de estar en equilibrio.
Eso es el estrés crónico: un estado en el que el cuerpo cree que siempre hay una amenaza, y mantiene activo el cortisol más allá de lo que puede sostenerse.
La historia silenciosa del cortisol elevado
Cuando el cortisol se mantiene elevado durante mucho tiempo, empieza a alterar funciones clave de tu organismo.
Cuando el cortisol se mantiene elevado durante mucho tiempo, empieza a alterar funciones clave de tu organismo. Aquí algunos efectos muy comunes (y muy ignorados):
- Cerebro y estado emocional
Dificulta la concentración y la memoria.
Aumenta la irritabilidad, ansiedad o sensación de desborde.
Afecta al sueño profundo, lo que te deja sin energía real.
- Digestión y microbiota
Inhibe la producción de enzimas digestivas.
Ralentiza el vaciado gástrico o lo acelera en exceso.
Aumenta la permeabilidad intestinal (sí, puede ser causa de inflamación y disbiosis).
Se relaciona con hinchazón, gases, digestiones pesadas y síndrome de intestino irritable.
- Metabolismo y peso
Promueve la acumulación de grasa abdominal.
Aumenta los picos de glucosa e insulina.
Puede generar resistencia a la insulina a largo plazo.
- Piel, cabello y sistema hormonal
El exceso de cortisol deteriora la producción de colágeno.
Aumenta brotes de acné o dermatitis.
Interfiere con otras hormonas como la progesterona o los andrógenos, alterando el ciclo menstrual o empeorando los síntomas del SOP.
- Sistema inmune
Al principio lo estimula, pero a largo plazo lo suprime.
Te hace más vulnerable a infecciones, alergias o procesos autoinmunes.
- Energía y motivación
Al principio te activa, pero luego te desgasta.
Llega un punto en el que ni el café te salva.
Esa sensación de estar “funcionando en automático” es una señal clara.
¿Y cómo llegamos a este estado?
Porque vivimos sin pausas. Porque la luz del móvil es lo primero y lo último que vemos cada día. Porque trabajamos con la mente en mil cosas y comemos en cinco minutos mirando el correo. Porque hemos confundido productividad con valor, y no nos permitimos parar.
Y lo peor es que el cuerpo se adapta. Se acostumbra al cortisol elevado. Pero a costa de pagar un precio alto: digestivo, hormonal, emocional, inmunológico.
Entonces… ¿qué podemos hacer?
La buena noticia es que el cuerpo tiene una gran capacidad de autorregulación. Y puedes ayudarlo con pequeños gestos diarios que marcan una diferencia real.
Aquí van algunas pautas esenciales para equilibrar el cortisol:
- 1. Empieza el día sin sobresaltos
El cortisol sube de forma natural por la mañana. Si lo disparas con un café en ayunas, el móvil, noticias negativas o salir corriendo de casa… estás añadiendo leña al fuego.
✓ Levántate 10 minutos antes para tener calma.
✓ Sal a que te dé la luz natural en los primeros 30 minutos. Esto ayuda a regular tu ritmo circadiano y mejora tu descanso por la noche.
✓ Retrasa el café al menos 1 hora tras despertarte. Puedes tomar agua templada con limón o una infusión digestiva para empezar.
- 2. Cuida tu sistema digestivo (y él cuidará de ti)
El estrés altera las digestiones, y una mala digestión también estresa al cuerpo. Es un círculo que se puede romper.
✓ Evita comer con prisa o de pie.
✓ Mastica despacio. Haz 5 respiraciones profundas antes de empezar.
✓ Incluye alimentos calmantes: caldos, verduras cocidas, proteína fácil de digerir.
✓ Reduce los ultraprocesados, los azúcares y las comidas muy pesadas, especialmente por la noche.
- 3. Activa el nervio vago
El nervio vago es el interruptor de la calma. Cuando está activo, entras en modo digestión y reparación.
✓ Respiración diafragmática (inhalar en 4, exhalar en 6) varias veces al día.
✓ Cantar, tararear, reír, masajear el cuello o el abdomen.
✓ Duchas de agua fría o contrastes de temperatura.
✓ Paseos lentos, sin móvil, solo tú y el entorno.
- 4. Desconecta de verdad por la noche
Dormir bien es la medicina antiestrés más potente. Pero el cuerpo no puede descansar si cree que aún estás trabajando o navegando en redes.
✓ Cena ligero y al menos 2 horas antes de dormir.
✓ Pantallas fuera al menos 1 hora antes.
✓ Cambia el scroll por un libro, una infusión, un baño relajante.
✓ Si necesitas apoyo, las infusiones de pasiflora, melisa o valeriana son grandes aliadas.
- 5. Pon límites a tu día
No puedes estar disponible para todo el mundo, todo el tiempo. Y tampoco puedes exigirte estar al 100% cada día. Se que esto, a veces, es una utopía. Me pasa a mi constantemente, niños pequeños, trabajo, la casa… pero es bueno tenerlo presente e intentarlo en la medida de lo posible.
✓ Intenta hacer una sola cosa a la vez.
✓ No te lleves trabajo a la cama.
✓ Di más veces “no puedo ahora”, sin culpa.
✓ Regálate momentos sin productividad.
En resumen
El estrés no siempre es evidente. A veces se cuela en forma de digestiones pesadas, acné persistente, reglas alteradas, insomnio, cansancio o falta de ilusión. Pero detrás de muchos de esos síntomas hay una misma raíz: un cortisol que lleva demasiado tiempo en modo alerta.
La clave no está en eliminar el estrés de tu vida, sino en aprender a regularlo. En entender que tu cuerpo necesita pausas, luz natural, comida real, sueño reparador y momentos de presencia.
Y la buena noticia es que tú puedes empezar hoy. No necesitas cambiarlo todo. Solo empezar por una cosa. Una respiración, un desayuno sin prisa, una noche sin móvil.
Tu cuerpo te lo agradecerá.
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